14 de febrer del 2006

ITE-112 Tema Clau: V Centenario de San Francisco Javier - II

P. Alfredo Verdoy, S.J.
Jesuita e historiador
Ex-profesor de las Universidades
Autónoma de Madrid
y Pontificia Comillas-Madrid

San Francisco Javier nació el siete de abril de 1506. Cinco siglos después, la Iglesia Universal, la entera Compañía de Jesús, la totalidad de las congregaciones e institutos misioneros, la Comunidad Foral de Navarra y muchas otras instituciones, estamos celebrando su V Centenario.
La vida apostólica de San Francisco Javier se desarrolló en la India, en el archipiélago de la Malucas, en el Japón y en las costas de la China. Muy pocos europeos, salvo los colonos y los comerciantes portugueses a los que en todo tiempo ayudó y alentó en su vida cristiana y en sus relaciones políticas, le oyeron directamente. Sí, indirectamente. Sus cartas, dirigidas a sus compañeros jesuitas de Roma. Lisboa y Goa; al Rey de Portugal, don Juan III y a unos cuantos particulares, no solamente fueron leídas, sino que muy pronto la naciente Compañía de Jesús, los reyes y hasta los Papas, hicieron cuanto les fue posible para que todo el mundo admirase el fuego que por amor a Cristo y a los más pobres y humillados, desbordaba su corazón y todas sus energías. ¿Por qué las cartas de Javier tuvieron en su tiempo tanto predicamento y penetración? ¿Por qué sus cartas continúan editándose hoy en día y, pese a la malicia de los tiempos y a las muchas ofertas culturales y espirituales, sus lectores y admiradores no disminuyen? Porque en sus cartas, mensajes e instrucciones se transparentan el corazón y la mente de un hombre, enloquecido por el amor a Cristo y por la defensa a costa de su propia vida y fama de los más pobres ante los poderosos de su tiempo y ante las contradicciones estructurales de un mundo injusto con los pobres y desheredados.
Javier, una vez, terminados con abundantes gracias y frutos sus Ejercicios Espirituales, se sintió tan hondamente perdonado y querido por la misericordia de Dios en la persona de Cristo y en la Compañía de Jesús, que su vida cambió. Su historia y misión las podemos cifrar en una única operación: en su esfuerzo por disponerse y determinarse con la Gracia de Dios para llevar al fin del mundo entonces conocido, hasta las mismas puertas del inmenso imperio chino, el nombre y el amor de Jesucristo. Si su amor a Jesucristo cuando viajaba por Europa le llevaba a preferir dormir y descansar en los hospitales públicos a los seguros y calientes palacios de los burgueses; su amor a Jesucristo en las Indias y en los mares del Extremo Oriente le llevó a vivir y a consumir desde Dios su entera existencia, entregándola a pobres, enfermos, niños, soldados arruinados y personas, en cuya dignidad, nade creía y mucho menos respetaba.
¿Dónde residía la fuerza de su generosa entrega?. Cuanto San Francisco Javier recibía en lo más íntimo de su oración y en lo más frenético y aventurero de su apostolado y peregrinación misionera, no se lo guardaba para sí, lo ponía al servicio y al alcance de los pobres. Su grandeza como la de los apóstoles radicó en que todo cuanto recibía de Dios y de sus hijos lo ponía al servicio de los más pequeños y necesitados. Dios que ve en lo pequeño, lo premió con grandes consuelos místicos y con una vida llena de alegría y entusiasmo. La claves de Javier radican en trabajar sólo por la mayor gloria de Dios y por la causa de la justicia.