Hemos recibido un nuevo mensaje del P. Rafael Marco que ha regresado a Banikoara, (Benín):
Volví a Banikoara por el camino del colegial; me han dicho tantas veces que tengo que ir más despacio que me lo estoy tomando en serio, e hice varios altos en el recorrido: Sevilla, Madrid, Paris, Niamey y el desierto... y ya estoy aquí. Da gusto ver las cosas después de un tiempo de distensión, no tanto de vacaciones. Se les percibe más frescas, más sonrientes y la sabana de Banikoara en todo su esplendor y gallardía con una gama de verdes de algodón, maíz y mijo hasta el karité, siempre presente, tanto en el panorama como en las conversaciones.
A pesar de la exuberancia de la naturaleza, se está pasando por momentos difíciles: no se ha pagado al agricultor ni siquiera la mitad de su cosecha de algodón después de haber estado más de un mes expuesta al sol perdiendo peso y calidad. En Banikoara se produjeron 96.000 toneladas, un quinto de la producción nacional, todo un record que no ha servido nada más que para crear hambre: un saco de maíz, de cien kilos, se vende en el mercado entre 35.000 y 40.000 FCFA cuando debería estar por los 10.000.
Todo el mundo se vuelca hacia este oro blanco, vaya expresión, y es verdad que en Benín no he visto campos más hermosos, amplios y mejor cuidados. Lo saben hacer y son gente trabajadora; el problema es que han abandonado el cultivo de los productos de base y los precios van por las nubes. Ayer hubo una manifestación en Cotonou pidiendo ayuda y un castigo “para la mafia que los explota”
El gobierno adelanta la semilla, abonos e insecticidas al labrador que luego se cobra con la cosecha. Muchos lo han revendido ya a precios irrisorios para poder comer. La cosecha de este año se va a resentir, también la salud y la educación de los niños que se les echará de la escuela como el año pasado por no pagar la contribución. Desde luego...
Se me ha ido el aire por un terreno que me había previsto, pero que no lo puedo pasar por alto. En realidad, lo que quería decir es que, cuando me marché, estaba el campo y el monte en todo su estiaje: ajado, polvoriento, duro y áspero y hoy se muestra pletórico de verdes y proyectos que no oculta una situación preocupante. El cielo está a menudo encapotado y llueve en abundancia, los caminos andan hechos una pena y, sin embargo, la sonrisa no se ha descolgado de los labios y la alegría en los reencuentros:
- ¿Cómo va nuestro viejo? ¿Qué nos traes de tu casa, de tu tierra?
- Muy bien, gracias. La paz.
“Nuestro viejo” se refiere a mi padre y mi familia, una forma delicada y cordial de saludar. Y vienen unos y otros a visitarme e interesarse por el tiempo pasado en Europa y yo les hablo, sobre todo, de los amigos que tenemos en común: la parroquia de Le Chesnay con la que estamos hermanados y les hablo de su acogida calurosa y fraterna, de su interés por nuestra comunidad, organización y proyectos y con deseos renovados de estrechar los lazos entre comunidades y ayudarnos, les hablo de Antonio y Román que muchos conocen, de Mari Carmen de Sevilla que no conocen pero conocerán, de José Antonio y Dulce y de tantos amigos buena gente que nos dan aliento y apoyo. Estos lazos entre comunidades cristianas, hombres y mujeres que esperan el reino de Dios, tienen como objetivo animar las nuevas comunidades a crecer, asumir sus responsabilidades de creyentes y ayudar a los más necesitados.
Os decía que estuve en el desierto durante diez días, un lugar que conozco y que me trae gratos recuerdos. Visité el macizo del Aïr y la región del Teneré; su desmesura y paisajes escuetos invitan a la interioridad y, esta vez, contemplando pinturas rupestres, árboles y dinosaurios fosilizados, me llevaron al origen de la vida. Un buen preámbulo antes de reiniciar mi labor apostólica.
Al llegar a Benin, nos volvimos a reunir felices Pierre, Hervé y yo. Hervé algo más delgado, Pierre con sus ojillos pícaros y luminosos y yo con los pies hinchados de tanto andar.
- Ya estamos otra vez juntos. Salud. Que Dios nos guarde y reparta suerte y bendiciones (como a los toreros).
Un brindis, o es una oración, o un brindis al Sol. Fuera, la lluvia sigue cayendo y tiene murmullos de mango.
Rafael Marco
Volví a Banikoara por el camino del colegial; me han dicho tantas veces que tengo que ir más despacio que me lo estoy tomando en serio, e hice varios altos en el recorrido: Sevilla, Madrid, Paris, Niamey y el desierto... y ya estoy aquí. Da gusto ver las cosas después de un tiempo de distensión, no tanto de vacaciones. Se les percibe más frescas, más sonrientes y la sabana de Banikoara en todo su esplendor y gallardía con una gama de verdes de algodón, maíz y mijo hasta el karité, siempre presente, tanto en el panorama como en las conversaciones.
A pesar de la exuberancia de la naturaleza, se está pasando por momentos difíciles: no se ha pagado al agricultor ni siquiera la mitad de su cosecha de algodón después de haber estado más de un mes expuesta al sol perdiendo peso y calidad. En Banikoara se produjeron 96.000 toneladas, un quinto de la producción nacional, todo un record que no ha servido nada más que para crear hambre: un saco de maíz, de cien kilos, se vende en el mercado entre 35.000 y 40.000 FCFA cuando debería estar por los 10.000.
Todo el mundo se vuelca hacia este oro blanco, vaya expresión, y es verdad que en Benín no he visto campos más hermosos, amplios y mejor cuidados. Lo saben hacer y son gente trabajadora; el problema es que han abandonado el cultivo de los productos de base y los precios van por las nubes. Ayer hubo una manifestación en Cotonou pidiendo ayuda y un castigo “para la mafia que los explota”
El gobierno adelanta la semilla, abonos e insecticidas al labrador que luego se cobra con la cosecha. Muchos lo han revendido ya a precios irrisorios para poder comer. La cosecha de este año se va a resentir, también la salud y la educación de los niños que se les echará de la escuela como el año pasado por no pagar la contribución. Desde luego...
Se me ha ido el aire por un terreno que me había previsto, pero que no lo puedo pasar por alto. En realidad, lo que quería decir es que, cuando me marché, estaba el campo y el monte en todo su estiaje: ajado, polvoriento, duro y áspero y hoy se muestra pletórico de verdes y proyectos que no oculta una situación preocupante. El cielo está a menudo encapotado y llueve en abundancia, los caminos andan hechos una pena y, sin embargo, la sonrisa no se ha descolgado de los labios y la alegría en los reencuentros:
- ¿Cómo va nuestro viejo? ¿Qué nos traes de tu casa, de tu tierra?
- Muy bien, gracias. La paz.
“Nuestro viejo” se refiere a mi padre y mi familia, una forma delicada y cordial de saludar. Y vienen unos y otros a visitarme e interesarse por el tiempo pasado en Europa y yo les hablo, sobre todo, de los amigos que tenemos en común: la parroquia de Le Chesnay con la que estamos hermanados y les hablo de su acogida calurosa y fraterna, de su interés por nuestra comunidad, organización y proyectos y con deseos renovados de estrechar los lazos entre comunidades y ayudarnos, les hablo de Antonio y Román que muchos conocen, de Mari Carmen de Sevilla que no conocen pero conocerán, de José Antonio y Dulce y de tantos amigos buena gente que nos dan aliento y apoyo. Estos lazos entre comunidades cristianas, hombres y mujeres que esperan el reino de Dios, tienen como objetivo animar las nuevas comunidades a crecer, asumir sus responsabilidades de creyentes y ayudar a los más necesitados.
Os decía que estuve en el desierto durante diez días, un lugar que conozco y que me trae gratos recuerdos. Visité el macizo del Aïr y la región del Teneré; su desmesura y paisajes escuetos invitan a la interioridad y, esta vez, contemplando pinturas rupestres, árboles y dinosaurios fosilizados, me llevaron al origen de la vida. Un buen preámbulo antes de reiniciar mi labor apostólica.
Al llegar a Benin, nos volvimos a reunir felices Pierre, Hervé y yo. Hervé algo más delgado, Pierre con sus ojillos pícaros y luminosos y yo con los pies hinchados de tanto andar.
- Ya estamos otra vez juntos. Salud. Que Dios nos guarde y reparta suerte y bendiciones (como a los toreros).
Un brindis, o es una oración, o un brindis al Sol. Fuera, la lluvia sigue cayendo y tiene murmullos de mango.
Rafael Marco
