
En un mensaje de correo electrónico enviado desde Banikoara, en Benín, el padre Rafael Marco nos habla de las vacaciones:
Estoy a punto de irme de vacaciones.
Venga ya; dos mesecicos en un paraíso de verdura después de tanta ceniza y polvo y resulta que ayer nos cayó la primera lluvia, solemne, grandiosa y tan esperada, larga, larga. El aire se hace más ligero y transparente esta mañana. Parece que se terminó la sofoquina.
Voy a intentar descansar si es que sé y me acuerdo, porque tengo la impresión de no dar pie con bola: las monjas se cansan de esperar y es que se me han ido de la cabeza, voy a pasar por la obra porque tienen que echar la solera antes de que me vaya y hay que comprar hierro, puntales, grava. Ha venido Honorine a decirme que no le han mandado los SAT entre las medicinas y contarme los problemas del dispensario. Innocent me informa, vaya informe, de que la carrucha del pozo ha caído sobre la cabeza de Woru Sica, dieciocho metros de altura ¡vaya cabeza! No le hizo nada. Pasó ayer por aquí Vincent de Kerou; traía dos niñas al hospital, a una le había picado una serpiente, la otra es minusválida; las dos han muerto, angelicos de Dios, a la primera se la ha llevado su madre a la espalda y a la otra la han metido entre los paquetes de un taxi.
Estamos en plena sesión de catequistas; son 60 y vienen de las misiones de Funugo, Gansoso, Sonsoro y de aquí, Banikoara. Hablamos de las comunidades, de los distintos ministerios y del lugar del catequista; las discusiones son esplendorosas a veces, ni en la universidad de Salamanca.
Pierdo las llaves todos los días, no encuentro las llaves, siempre buscando las llaves y Woru se ríe a escondidas y yo preparo como puedo el retiro a los niños de la escuela que van a recibir el bautismo y la primera comunión.
Estoy en que cabalgo sobre un elefante; me parecía estupendo al principio, bien alto, bien airoso. Una cabalgadura magnífica este elefante fenomenal, los pies sobre su nuca, pero de difícil gobierno, a menudo voy zangoloteando como un muñeco de feria sin saber cómo mantener el equilibrio entre catequesis, grupos, construcciones, proyectos, contabilidad y este día de ascensión que nos eleva pero que no sé dónde vamos a ir a parar. Amen, digo mecánicamente. Y me resulta una oración, es mi oración. Aquí os traigo otra oración que habla de elefantes:
Hijos de un solo Rey, el rey de arriba,
Venid todos, tomad y comed.
Venid y saciaros. Aquí está vuestro alimento.
Venid y protegednos.
Alejad de nosotros el mal.
Todo lo que dé progreso a nuestro pueblo, otorgádnoslo,
No se va al río para volver sediento.
El que va montado sobre un elefante
no arrastrará sus pies por el suelo.
Que no nos abochorne la vergüenza.
Entonces, vamos a descabalgar e ir a piso llano por los paseos y hablaremos al frescor de una terraza lo que nos ha dejado el harmatam a estas horas del día.
Hasta pronto, con la alegría de volvernos a ver.
Rafael Marco Casamayor
Estoy a punto de irme de vacaciones.
Venga ya; dos mesecicos en un paraíso de verdura después de tanta ceniza y polvo y resulta que ayer nos cayó la primera lluvia, solemne, grandiosa y tan esperada, larga, larga. El aire se hace más ligero y transparente esta mañana. Parece que se terminó la sofoquina.
Voy a intentar descansar si es que sé y me acuerdo, porque tengo la impresión de no dar pie con bola: las monjas se cansan de esperar y es que se me han ido de la cabeza, voy a pasar por la obra porque tienen que echar la solera antes de que me vaya y hay que comprar hierro, puntales, grava. Ha venido Honorine a decirme que no le han mandado los SAT entre las medicinas y contarme los problemas del dispensario. Innocent me informa, vaya informe, de que la carrucha del pozo ha caído sobre la cabeza de Woru Sica, dieciocho metros de altura ¡vaya cabeza! No le hizo nada. Pasó ayer por aquí Vincent de Kerou; traía dos niñas al hospital, a una le había picado una serpiente, la otra es minusválida; las dos han muerto, angelicos de Dios, a la primera se la ha llevado su madre a la espalda y a la otra la han metido entre los paquetes de un taxi.
Estamos en plena sesión de catequistas; son 60 y vienen de las misiones de Funugo, Gansoso, Sonsoro y de aquí, Banikoara. Hablamos de las comunidades, de los distintos ministerios y del lugar del catequista; las discusiones son esplendorosas a veces, ni en la universidad de Salamanca.
Pierdo las llaves todos los días, no encuentro las llaves, siempre buscando las llaves y Woru se ríe a escondidas y yo preparo como puedo el retiro a los niños de la escuela que van a recibir el bautismo y la primera comunión.
Estoy en que cabalgo sobre un elefante; me parecía estupendo al principio, bien alto, bien airoso. Una cabalgadura magnífica este elefante fenomenal, los pies sobre su nuca, pero de difícil gobierno, a menudo voy zangoloteando como un muñeco de feria sin saber cómo mantener el equilibrio entre catequesis, grupos, construcciones, proyectos, contabilidad y este día de ascensión que nos eleva pero que no sé dónde vamos a ir a parar. Amen, digo mecánicamente. Y me resulta una oración, es mi oración. Aquí os traigo otra oración que habla de elefantes:
Hijos de un solo Rey, el rey de arriba,
Venid todos, tomad y comed.
Venid y saciaros. Aquí está vuestro alimento.
Venid y protegednos.
Alejad de nosotros el mal.
Todo lo que dé progreso a nuestro pueblo, otorgádnoslo,
No se va al río para volver sediento.
El que va montado sobre un elefante
no arrastrará sus pies por el suelo.
Que no nos abochorne la vergüenza.
Entonces, vamos a descabalgar e ir a piso llano por los paseos y hablaremos al frescor de una terraza lo que nos ha dejado el harmatam a estas horas del día.
Hasta pronto, con la alegría de volvernos a ver.
Rafael Marco Casamayor
