Misionero en Honduras
Honduras es un país convulso. La pobreza se cierne sobre la nación como la espada de Damocles. La corrupción, la violencia, la ausencia de Justicia, la politiquería, el analfabetismo, la falta de políticas agrarias, el fundamentalismo religioso y político (aún dentro de la Iglesia Católica) convierten a esta nación en un campo de experimentación. Los fondos del Milenio, la cancelación de la Deuda Externa (Deuda Externa = Deuda Eterna, leí en una ciudad de España) no han sido capaces de sacar del subdesarrollo a esta nación. Más bien, ciertos grupos de poder (sobre todo los políticos) se han aprovechado para medrar o para hacer campaña política.
La pregunta, o preguntas, son claras: ¿Cómo llevar el Evangelio a estos ambientes? ¿Cómo presentar el mensaje del Reino a los hombres que viven asfixiados por esta problemática? ¿Qué tarea deben desarrollar los misioneros en el siglo XXI tan marcado por los problemas sociales y tan limitado por la globalización y el consumismo?
Debo reconocer que mi visión es muy limitada. Llevo 37 años en Honduras. No conozco, (sólo por lecturas) la situación de otros países. Sin embargo mi experiencia, en Honduras, me ha conducido a una conclusión práctica: si quiero ser fiel al Evangelio, debo enfocar todo mi trabajo para que las personas descubran su dignidad y sean protagonistas de su propio desarrollo, hasta el punto que puedan alcan-zar el grado de libertad que los haga libres en el mundo que les toca vivir. Si la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; si la fe en Jesús, Muerto y Resucitado, no nos conduce a esta meta, deja de tener valor para los hombres de hoy. Esta fe, en realidad, no interesa a muchos.
Con ejemplos comprendemos mejor las cosas. La promoción humana, como parte de la evangelización, incluye el desarrollo humano y social de la persona. Mi trabajo se enfoca particularmente con campesinos y campesinas. Un campesino que no tiene tierra es un pobre “desgraciado”. Apoyarles para que consigan tierra es parte de la evangelización. Apoyarles para que puedan producir y hacer frente a las necesidades de su hogar, es parte de la evangelización. En este punto se puede poner un largo etc. Pero… En el “pero” hay que entender el alcance de la evangelización, porque si se quedan en el mero desarrollo, no hemos llegado al meollo de la evangelización.
La Evangelización transita por los mismos caminos que transitó Jesús. La evangelización debe tener los mismos objetivos y las mismas metas que tuvo Jesús. El Evangelio es un proyecto social: convertir la sociedad en Reino de Dios. En ese Reino todos somos hermanos. Por lo tanto, el proyecto de Jesús se llama fraternidad universal. Esta utopía es el motor de la evangelización.
Llegó el proyecto al encargado de finanzas de la Embajada Alemana en Honduras. Ellos vieron con buenos ojos el proyecto de desarrollo rural y financiaron grupo algunos proyectos: agua potable, elaboración y producción de quesos de cabra y la electrificación solar. Reunió a los campesinos y les preguntó: ¿Qué fuerzas les mueven para trabajar y luchar?
─ “Mire, nosotros encontramos la fuerza en la fe en Jesús. Si no fuera por la fe, no trabajaríamos aquí. Ella nos mantiene unidos.” (Tengo que añadir que algunos de estos campesinos no frecuentan ─ni pueden─ la celebración de la Palabra de Dios en sus comunidades cristianas).
El objetivo de la evangelización no es que los evangelizados lleguen a la misa, o reciban los sacramentos, sino que se amen entre ellos; (Jesús nos lo dijo bien claro: “En eso conocerán los demás que sois mis discípulos”) y, en el caso de los campesinos de Honduras, luchen juntos por la liberación de sus miserias y pecados que tanto les hacen sufrir. El culto viene por añadidura.
Supongo que en Europa existen también miserias y pecados que hacen sufrir a las personas. Sufrimientos y pecados distintos, pero sufrimientos al fin. Jesús trató de quitar el sufrimiento y los pecados de los hombres de su tiempo.
La tarea de los misioneros del siglo XXI debe ser la misma de Jesús. Buscó hombres y mujeres que continuasen su obra. La comunidad cristiana, por necesidad, debe ser misionera. Si no es misionera no es comunidad cristiana.
En teoría, conocemos bien la tarea que le corresponde al misionero. No nos faltan documentos, como Evangelli Nuntiandi o Redemptoris Missio. La clave no está en el conocimiento, sino en el amor. He conocido hombres y mujeres ignorantes y hasta analfabetos que se han convertido en instrumentos, en manos del Señor, para llevar su mensaje a muchas personas y atraerlos a su reinado. No conocían el documento de la Evangelización en el mundo contemporáneo, pero amaban a Jesús y conocían lo que nos dejó dicho a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo…” El amor superó en ellos todas las barreras.








