Profesora y directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE
(resum d’una conferència)
El nuevo entorno en el cual estamos hoy viviendo tiene una serie de conflictos que dificultan la conciliación trabajo y familia. Hoy en día las mujeres que entran en la estructura empresarial tienen que, o bien asimilar el modo de vida laboral de los varones y acabar mimetizándolos o bien luchar por ser ellas mismas. Muchas veces no se las entiende y acaban siendo las últimas en ser promocionadas. La mujer en la empresa hoy es la gran oportunidad que tenemos para descubrir que se pueden hacer las cosas de modo diferente.
Un vicio muy nuestro es confundir el compromiso y la productividad con horas de presencia. De hecho, España está entre los países de cola en cuanto a productividad en Europa. Como no cenamos antes de las 21,30 no nos parece necesario llegar antes a casa. Está muy bien que trabajemos, pero hagámoslo de un modo adecuado.
Los conflictos entre vida laboral y vida familiar que se generan a raíz de estas causas conllevan una serie de efectos nocivos. El primero, del que todo el mundo habla, es la baja natalidad. No somos libres de tener todos los hijos que queramos, porque el contexto en que nos movemos no nos lo permite o nos lo pone muy difícil.
Un segundo efecto nocivo es la educación de los niños en manos de otros: los abuelos, la tata extranjera, la televisión o lo que sea, pero ya se ve que es un hogar vacío. Los niños tienen derecho a ser educados por sus padres. Si estamos todos tan preparados y somos tan profesionales, ¿cómo no dedicamos tiempo a los niños para hablar con ellos, escucharles y transmitirles cariño, afecto y valores?
El tercer efecto nocivo se evidencia en este dato horripilante: en España cada cuatro minutos tiene lugar un divorcio o una separación. Evidentemente la razón de esto es que no hay tiempo para construir la relación conyugal. El trabajo siempre es más rígido, más estructurado, siempre tiene objetivos más a corto plazo, por tanto, es más demandante, con lo cual tendimos a darle más. La familia siempre es la paciente y la comprensiva hasta que se rompe, y entonces ya es demasiado tarde.
El cuarto efecto nocivo son los problemas de salud. Cada vez son más frecuentes el estrés y el burnout. No se pueden estar doce, catorce o dieciséis horas con la cabeza totalmente concentrada: los empleados pasean por aquí o por allí, pierden tiempo por el camino, toman diez cafés, y además navegan por internet y generan más correos electrónicos de los necesarios. Pero claro, tienen que hacer el paripé de que se quedan hasta las once de la noche con el gran jefe, y mientras tanto van rompiendo familias, van quemándose, se estresan y finalmente caen en depresión.
Hay que tener en cuenta que las empresas, los empresarios y los directivos tenemos capacidad destructora. Contaminamos la sociedad, porque no dejamos tiempo para que esas personas que trabajan en nuestras empresas sean padres y madres de familia, o hijos, o hermanos… Si nos cargamos la familia, que es la fábrica de humanos por naturaleza, donde se transmiten todos los valores y todo lo bueno que hay en las personas, ¿dónde vamos a conseguir una humanofactoría?
Las familias actuales tienen un hijo, quizás dos o ninguno. Esos niños tienen un papá que llega de un viaje y les hace un regalo, y como se va mucho de viaje les trae muchos regalos, porque claro la conciencia se queda intranquila y quiere compensar. Entonces el niño pide algo y se lo damos antes de que lo necesite, con lo que estamos consiguiendo personitas con un carácter muy débil, muy consumista y casi autista. Van por la vida ellos consigo mismos.
¿Quién puede responder ante la situación de la que estamos hablando? Primero, por supuesto, el Gobierno. Después la empresa, que si facilita la conciliación es mucho más eficiente porque sus empleados se preocupan del cliente externo y de sus compañeros de trabajo, trabajando más con los valores que se viven en la familia. La misión específica de la empresa como organización humana es generar riqueza y repartirla de un modo justo. Pero la misión genérica de cualquier organización humana (y la empresa también lo es) es que las personas que formen parte de ella generen relaciones de amistad y crezcan como personas. Es necesario facilitarlo aunque mucha gente no lo entienda así debido a su mentalidad mecanicista, cortoplacista y economicista.
Cada uno puede responsabilizarse también, pues a veces el problema es tan simple como saber decir “no” a una reunión después de las siete de la tarde. Mayor madurez implica poner el contestador del móvil cuando estás en casa. La gente que sabe cortar la jornada a tiempo es mucho más efectiva el día siguiente, porque tiene mayor creatividad, espontaneidad y compromiso con la empresa y con el proyecto. Igual el correo electrónico: hay personas que escriben mensajes por la noche y esperan que a las ocho de la mañana del día siguiente les hayan contestado. Pues no, y eso no significa ser ni mal profesional ni una persona poco comprometida.
Las empresas familiarmente responsables son las que tienen una serie de medidas que facilitan la conciliación. Estas incluyen diferentes políticas:
- Flexibilidad en el tiempo: posibilita entrar y salir del trabajo con un margen de una hora u hora y media. Da mayor autonomía y libertad, no cuesta dinero y eleva muchísimo la motivación.
- Flexibilidad en el lugar de trabajo: tiene que ver con la tecnología, internet, el móvil… El trabajador no tiene porque estar en el despacho, puede hacer muchas cosas desde su casa, un hotel u otro lugar, sin que nadie controle si está o no. Requiere mucha confianza en el empleado y una dirección basada en objetivos y no en control de presencia.
- Cuidado de dependientes: desde la creación de guarderías propias o compartidas con otras empresas del mismo polígono, o la reserva de plazas en centros cercanos. Y lo mismo con los mayores y los centros de día.
- Servicio doméstico: la subcontratación de empresas especializadas para las tareas extralaborales como recoger la ropa de la tintorería o encargos por el estilo.
- Asesoramiento profesional y personal: para consultas sobre la trayectoria profesional o sobre problemas personales. La empresa ayuda, como mínimo, a canalizar el tema.
- Formación y desarrollo: la gente formada es empleable, es decir, cuando haga falta, puede recolocarse en otro lugar de la misma empresa. El miedo a la formación por creer que después los empleados se marcharán, se disuelve cuando la empresa no sólo los retiene por dinero, sino también por unas condiciones laborales favorables. También es importante facilitar la formación en gestión del tiempo, del estrés, de las relaciones conyugales o de cómo ser mejores padres.
- Beneficios extrasalariales: planes de pensiones y seguros médicos para los empleados, sus cónyuges y sus hijos. Esto sí que supone una inversión, pero para la empresa es más costoso.
En el IESE venimos trabajando desde hace años con el IFREI (IESE Family Responsable Employer Index) el índice de empresas familiarmente responsables. Hemos hecho estudios en todo el ámbito español y vamos descubriendo cada vez más empresas que hacen cosas al respecto. Muchas aún no tienen un programa de conciliación, pero tienen políticas más o menos sueltas. La más frecuente es la de ausencia por emergencia familiar (92%); seguida por la flexibilidad en días de permiso (84%); el tiempo libre para formación (78%); el puesto garantizado tras el permiso (73%); la excedencia para el cuidado de los hijos (65%); y una muy importante, la política de substitución (62%).
Cuando alguien se marcha porque tiene una baja por maternidad o por excedencia ante la enfermedad de un familiar, normalmente no existe en la empresa la política de substitución, es decir que se cubra ese puesto con un trabajador temporal. En la mayor parte de los casos es muy injusto para sus compañeros de trabajo, pues todos tienen que volcarse en cubrirlo, trabajando incluso horas extra. Es por eso que en muchas empresas los empleados no acogen con demasiada alegría a una compañera embarazada.
Hay gente que quiere separar trabajo y familia, pero eso es imposible, porque la cabeza es una y los que quieren separar no consiguen conciliar. En cambio, si se plantea el tema no como dilema sino como dos realidades que se enriquecen mutuamente, lo que se va haciendo en la empresa ayuda a la familia y viceversa. La familia del empleado es una de los primeros colectivos en el apartado de responsabilidad social de la empresa.






